ÂŤProgresoÂť informĂĄtico: para bien y para mal

por Richard Stallman

Bradley Horowitz, de Yahoo, propuso aquĂ­ que todo objeto en el mundo tuviera un nĂşmero Ăşnico asociado, de tal manera que el telĂŠfono mĂłvil pudiera hacer un seguimiento de todo lo que hace quien lo lleva, incluso registrar las latas que compra en el supermercado.

Si son como los de hoy en día, tales telÊfonos utilizarån software privativo: software privativo controlado por las empresas que los desarrollaron. Esas empresas se asegurarån de que toda la información sobre los usuarios registrada por los telÊfonos quede a disposición de la compaùía telefónica (llamÊmosla Gran Hermano) y, probablemente, de otras empresas.

En el Reino Unido del futuro, tal como lo conciben los nuevos laboristas, sin duda alguna esas compaùías entregarían dicha información a la policía. Si el telÊfono les informa de que ha comprado, por ejemplo, un palo de madera y un trozo de cartulina, el sistema informåtico de la compaùía telefónica deducirå que usted estå planeando una manifestación y lo denunciarå automåticamente a la policía, de tal manera que podrån acusarlo de terrorismo.

En el Reino Unido ser sospechoso es delito, o, para ser mĂĄs precisos, es delito poseer un objeto bajo ciertas circunstancias que generen una ÂŤsospecha razonableÂť de que dicho objeto pudiera ser utilizado en un acto criminal. El telĂŠfono le darĂĄ a la policĂ­a mĂşltiples oportunidades para sospechar de usted, de modo que puedan acusarlo de ser sospechoso. Situaciones similares se pueden dar en China, donde Yahoo ha entregado al gobierno toda la informaciĂłn que necesitaba para encarcelar a un disidente, buscando posteriormente la aprobaciĂłn general con la excusa de que estaba ÂŤsimplemente siguiendo ĂłrdenesÂť.

Horowitz propone que los telÊfonos móviles clasifiquen la información automåticamente basåndose en las reuniones o eventos en los que hemos participado. Esto significa que la compaùía telefónica tambiÊn sabrå exactamente con quiÊn nos hemos reunido. Tal información serå ademås de interÊs para los gobiernos dispuestos a violar derechos fundamentales, como el del Reino Unido y China.

No comparto la visiĂłn de Horowitz de una vigilancia total. Prefiero un mundo en el que los dispositivos informĂĄticos no recopilen ni divulguen nunca ninguna informaciĂłn sobre nosotros, salvo cuando nosotros mismos asĂ­ lo queramos.

AdemĂĄs de espiar, el software que no es libre hace otras cosas tambiĂŠn graves. A menudo incluye esposas digitales, es decir, herramientas diseĂąadas para poner limitaciones a los usuarios (tambiĂŠn llamadas ÂŤgestiĂłn digital de restriccionesÂť o DRM). Estas funcionalidades controlan y limitan el acceso, la copia y el intercambio de archivos en nuestros propios ordenadores.

El uso de sistemas DRM es muy habitual: Microsoft lo hace, Apple lo hace, Google lo hace, e incluso la plataforma iPlayer de la BBC lo hace. Muchos gobiernos, poniÊndose del lado de estas compaùías y en contra de la gente, han declarado ilegal enseùar a los demås cómo liberarse de las esposas digitales. Como resultado, la competencia no contribuye a poner freno a esa pråctica: no importa cuåntas alternativas tenga el usuario para elegir, todas lo limitarån de la misma manera. Si un ordenador sabe desde dónde se conecta el usuario, el DRM puede llegar a ser incluso mås restrictivo: hay compaùías que querrían restringir el contenido al que el usuario tiene acceso basåndose en su ubicación.

Mi visiĂłn del mundo es diferente. Me gustarĂ­a ver un mundo en el que todo el software instalado en ordenadores, tanto de sobremesa como portĂĄtiles, telĂŠfonos u otros dispositivos portĂĄtiles, estĂŠ bajo nuestro control y respete nuestra libertad. En otras palabras, un mundo donde todo el software sea libre.

Software libre, software que respeta la libertad, significa que todos los usuarios de un programa tienen la libertad de obtener el cĂłdigo fuente y modificar el programa para adaptarlo a sus necesidades, como asĂ­ tambiĂŠn la libertad de regalar o vender copias del mismo, con o sin modificaciones. Esto significa que son los usuarios los que tienen el control. Si los usuarios tienen el control, nadie tiene el poder de imponer funcionalidades maliciosas a los demĂĄs.

Aunque los usuarios no ejerzan este control por sĂ­ mismos, forman parte de una sociedad en la que otros lo hacen. Si alguien no es programador, hay otros usuarios del programa que sĂ­ lo son. Ellos probablemente encontrarĂĄn y eliminarĂĄn estas funcionalidades maliciosas que podrĂ­an espiar o restringir al usuario, y publicarĂĄn versiones mĂĄs seguras. Como usuario, lo Ăşnico que hay que hacer es optar por dichas versiones, y dado que todos los demĂĄs usuarios harĂĄn lo mismo, estas acabarĂĄn siendo las preferidas y mĂĄs utilizadas por la mayorĂ­a.

Charles Stross imaginó ordenadores capaces de registrar permanentemente todo lo que vemos y oímos. Esos registros podrían ser muy útiles, siempre y cuando el Gran Hermano no vea y escuche todos ellos. Los telÊfonos móviles de hoy en día ya son capaces de escuchar a los usuarios sin informarles, a petición de la policía, la compaùía telefónica o cualquiera que conozca el procedimiento para hacerlo. Mientras los telÊfonos usen software que no es libre, controlado por sus desarrolladores y no por los usuarios, solo cabe esperar que esta situación empeore. Solo el software libre permite a los ciudadanos que utilizan ordenadores combatir la vigilancia totalitaria.

En su artĂ­culo, Dave Winer sugiriĂł que el Sr. Gates enviase una copia de Windows Vista a Alpha Centauri. Comprendo la idea, pero enviar solo una no resolverĂĄ el problema que tenemos aquĂ­ en la Tierra. Windows estĂĄ diseĂąado para espiar y restringir a los usuarios. DeberĂ­amos recolectar todas las copias de Windows y, por la misma razĂłn, las de MacOS e iPlayer, y enviarlas a Alpha Centauri a la menor velocidad posible. O simplemente eliminarlas.